martes, 16 de junio de 2009

El día de los boleros

Sí tu me dices ven lo dejo todo.
Cantando en la ducha Mónica empezó ese día. Sin saber como, el agua tibia y el bolero desafinado y con la letra medio inventada, vinieron a ser un extraño sortilegio, que se llevó los malos augurios con los que se había levantado.
Llevaba ya mucho tiempo sin levantar cabeza. Su espejo se había empañado, era opaco y se desdibujaba su perfil, así se veía y no sólo por los vapores del baño. Curiosamente, la letra del bolero que entonaba venía a resumir su historia más que de amor de desamor.
Efectivamente lo dejó todo, se dejó incluso a sí misma.
Hacía un día fresquito y al salir a la calle, por un lado agradeció la brisa que acabó de despejarla y la ayudó en su recién estrenada actitud de plantar cara, y por otro sintió la necesidad de arrebujarse en su bufanda.
El paso ligerito no le impidió escrutar con la mirada a las pocas personas con las que se cruzaba, anhelando miradas nuevas y aprobatorias como adivinando su nueva visión de las cosas.
Le dejaría, así simplemente, le dejaría.
Y no obstante, él se había convertido en parte de su alma, ya nada le conformaba si no estaba junto a él.
Cogió el metro y su decisión se iba diluyendo, porque era , aunque no quisiera, esclava de sus ojos juguete de su amor.
Pero sí, tenía que decidirse, aquello no era vida. Recordaba el día que él le dijo: Eres la culpable de todas mis angustias, de todos mis quebrantos, llenaste mi vida de dulces inquietudes y amargos desengaños.
Miró la hora y tuvo que acelerar el paso, llegaría tarde al trabajo y el mal humor aumentaría los pensamientos grises.
Reloj no marques las horas porque voy a enloquecer, me iría para siempre cuando amanezca otra vez.
Bueno, sólo cinco minutos tarde, parece que nadie se ha fijado. Menos mal.
Se instaló ante el ordenador, pero su cabeza seguía en su duda personal. Ella le había dicho que le abrazara lo mismo que la hiedra, y sin que nada le entregara él, ella su vida le entregaría.
Y, sin embargo, la indignación le hizo enrojecer hasta las orejas cuando le vino a la mente su último vaticinio:
Mía, aunque tú vayas por otro camino y que jamás nos ayude el destino, nunca te olvides, sigues siendo mía. Aunque con otro contemples la noche y de alegría hagas un derroche, nunca te olvides sigues siendo mía.
Tenía que apagar ese loco amor, que más que amor es un sufrir, aunque quizás más tarde sentiría nostalgia de escuchar su risa loca y sentir junto a su boca, como un fuego su respiración. Sentiría la angustia de sentirse abandonada y pensar que otra a su lado pronto le hablaría de amor.
En estas cábalas estaba Mónica, cuando oyó la voz de su jefe Ramón y con un sobresalto cayó en la cuenta de que estaba en la oficina y se volcó sobre el teclado.
Su cabeza seguía en clave de bolero. Sin pensárselo más se levantó en busca de su amiga Patricia.
- Patricia hoy tú y yo nos vamos a bailar.

domingo, 7 de junio de 2009

CIUTAT DE LA JUSTÍCIA (Juny 2009)

Aquesta expressió podria indicar que, a Barcelona, en els afers judicials, les coses rutllen de manera exemplar, però dia rere dia comprovo que únicament es tracta d’un eufemisme desafortunat i incongruent. I m’explico:
Visc el cas d’una parenta meva, velleta, i de la seva ex-cuidadora que, havent començat a treballar al seu servei al moment en què la parenta quedà vídua, al cap d’uns mesos li havia pres un nombre considerable de joies -records entranyables i de valor sentimental que ja no veurà més-, s’havia fet transferències de la llibreta de la cuidada al seu propi compte -li presentava els papers de l’entitat bancària en blanc perquè els signés- i fins li va proposar que l’avalés en un negoci que pretenia engegar...
Després d’un gran trasbals i de molts dubtes, consultada la família, la meva parenta la va acomiadar. Ara resulta que l’acomiadament va ser improcedent i que l’ha d’indemnitzar. ¿He de concloure que la justícia entén que era preferible que la meva parenta es continués deixant fer fins que la cuidadora se li hagués “menjat” els pocs o molts estalvis que tingués?
També visc en carn pròpia el fet que una empresa editorial em deu uns diners des de mitjans del 2007 per diverses feines realitzades. Esgotada després d’un munt de contactes telefònics infructuosos, exhaurits tots els meus arguments de paciència, de voluntat d’adaptació a cobrar aquests diners en els terminis que els anessin més bé i que arribéssim a fixar, davant la constatació de la nul·la voluntat de liquidar el deute per part de l’editorial en qüestió, el desembre del 2008 vaig optar per sol·licitar l’ajut de la justícia. En ser una quantitat que ronda els 3000 E, teòricament havia de bastar amb un “procediment monitori”, que pot veure’s resolt en un parell de mesos...
Doncs bé, fa dues setmanes em vaig assabentar que, com que no s’ha trobat la seu de l’empresa aquí a Barcelona, el jutjat s’està plantejant si té o no competències per enviar la meva demanda al jutjat d’una altra província catalana (sort que no s’ha d’enviar a la Sibèria o a la Patagònia!). De manera que, a hores d’ara, al cap de sis mesos de la meva petició formal, no solament no he aconseguit de cobrar el deute, sinó que l’editorial encara no té notícia de la meva voluntat explícita de cobrar-lo.
¿Que potser succeeix que cap dels professionals implicats no fan bé la seva feina?
Vet aquí la cara més visible i més llastimosa de la “ciutat de la justícia”, que una i altra vegada ens mostra la perversió i la podridura d’un sistema que, teòricament -només teòricament, ai las!- ens empara.

Montserrat Gallart Sanfeliu